Falsas esperanzas, sueños rotos, mil pedazos de mi corazón esparcidos en el suelo de mi habitación. Eso es lo que ha causado, el poder que tiene sobre mi. Mis sueños me protegían, eran un escudo para el dolor. La realidad ganó la batalla y en mil pedazos quedé. Esperanza, es lo último que se pierde, creo que la estoy perdiendo. Ya nada es como era antes, cuando ignoraba la potencia de este sentimiento, todo era más fácil.
Un mundo sin el me parece un infierno. Podría vivir, pero nada sería lo mismo. El hecho de pensar que algún día tomaremos caminos distintos me parte el alma en dos, lo quiero por siempre en mi vida. No me basta con el ahora, quiero un después.
Ya no se que hacer, la vida da muchas vueltas y me llevó a quien menos esperaba encontrar en mi camino. No se que es lo que siento, no puedo ponerle nombre a este sentimiento. ¿Será que no quiero admitirlo? Se que si lo admito todo será aún peor, no habrá vuelta atrás. Ya cometí el error una vez, no serán dos; no quiero sentir aquello nuevamente.
Una mezcla de sueños y dolor, una pizca de alegría, una gotita de melancolía por el pasado y aquellos días en los que todo iba bien. Una cucharadita de esperanza y dos de realidad. Un kilo de nubes y una taza de estrellas. Una tonelada de frustración.
Frustración es lo que siento, frustración por no poder hacer nada para sacarlo de mi vida. Frustración por no poder callar los sentimientos que me impiden seguir adelante, no poder simplemente borrarlo del libreto de mi vida. No creo que exista un camino fácil, nunca lo hay, pero todo esto sería mucho más fácil si realmente quisiera sacarlo de mi vida, y no es así.
Ya no se lo que quiero, lo quiero en mi vida, pero al mismo tiempo lo quiero fuera de ella por el tiempo suficiente para poder encontrar a otra persona que no me haga sufrir, para olvidarlo. Dos anhelos opuestos, dos caminos, dos futuros distintos, una decisión. Quien decide es el corazón.
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