Sentir el contacto de tu mano fue lo que desató todos los acontecimientos de estos días. Llevábamos cerca de un mes saliendo, solo como amigos. Lo pasábamos bien, nos reíamos y se sentía esa conexión que uno cree que solo puede ver en las películas. Un día, en una de esas usuales salidas a caminar, tomaste mi mano. Yo sabía que algo sentía por ti, creí que era cariño por un amigo, pero con ese gesto descubrí que el contacto de tu mano era lo que secretamente deseaba y el contacto de tus labios lo que mi corazón pedía día a día.
Tímidamente tomaste mi mano y luego, al ver que correspondía a ese gesto, me miraste sorprendido. Podía ver cierta alegría en tu rostro, podía sentir la energía fluyendo a través de la unión de nuestras palmas, podía sentir mi corazón latiendo a mil por hora, llegar la sangre a mis mejillas, y como estas se ponían rojas. En ese momento detuvimos nuestro andar, te paraste frente a mi y con la mano que tenías libre acariciaste mi mejilla. Era suave el contacto de tu mano, esta se encontraba fría lo cual hizo que me estremeciera por un instante seguido por otro estremecimiento más al darme cuenta de como me mirabas. Era una mirada intensa que sentía me traspasaba por completo, una mirada que provenía de los ojos más dulces que en mi vida había visto. Pasado un segundo nos pusimos a reír.